lunes, octubre 15, 2007

El charco (2ª Parte)


Un charco resbala en la acera, acariciando cada mota de polvo a su paso, engulléndolas, mimándolas, haciéndolas suyas. No pueden sino pensar que es el destino el que las puso ahí sólo para él, y que es el encargado divino de mecer a sus niñas en las mullidas almohadas de agua. Todo está sucio, en silencio… la quietud se quiebra con el pequeño remolino a las puertas de la boca de riego que noche tras noche grita su poder a las calles. Por la mañana sólo quedarán cadáveres, miradas inertes que deambulan bajo el sol mientras sus cuerpos se secan poco a poco, perdiendo la dignidad que horas atrás habían ostentado falsamente. El baile habrá acabado por entonces, la música se convertirá en murmullo sordo que se ahoga en pasos y pitidos de última hora. Nada es fortuito, el destino maneja los hilos como un maestro, dejando que las motas de polvo sigan esperando sus gotas en una acera próxima, como cada noche.

El lado oscuro de la pirámide


A los pies de una pirámide, cuando la luna sigue escondida entre los escombros de una noche difuminada, un rayo de pensamiento atraviesa mi cabeza, clavándose en lo más profundo de mí, quemando todo lo que creía y no sabía, intentando olvidar lo que soy en realidad. Como una hoja recién caída del árbol que se deja mecer por la tormenta mientras se destroza más a cada día que pasa… así me soñé anoche, así me conocí al despertar. Penas falsas, bondades imposibles, luces apagadas… nada es cierto tras un telón de hierro forjado en el miedo del silencio.

Todo sigue igual, como si nada hubiera explotado en mi interior, como si no fuera tan importante como para dejar escapar sonido alguno. Y mi alma gira rápido bajo el agua, alejándose en cada estertor que anuncia un día salpicado por sonrisas en el vacío.

miércoles, octubre 03, 2007

Gotas azules y un vaso de agua junto a la cama


El agua me habló anoche. Me dijo que no siguiera huyendo de mis fantasmas, que no fuera mi propio fantasma. Dando una paliza a mi voluntad, palideció al comprobar que todas sus sospechas eran ciertas, que poco se podía hacer ya. Todo estaba hecho, nada llegó a servir de aliento. La locura había llegado para quedarse escondida entre ramas y sombras, esquinas húmedas bajo la Noche. Y el mar sigue subiendo su nivel, esperando desbordarse en una sacudida violenta donde sólo los peces sobrevivan. Y la voluntad se vuelve a estirar como una goma a punto de romperse, tanto que hasta todos cierran sus ojos sin saber realmente lo que ocurre en cada esquina, en cada mundo.

Una huida hacia arriba, tocar las nubes, abrazarlas y envidiar el no poder estar ahí, encima de la lluvia, dentro de ella, acariciando cada gota como un universo nuevo lleno de esperanzas para unos y pérdidas para otros. El humo se tiñe de añil a su paso por esas trazas que recuerdan vidas pasadas en las que todo era más fácil al amparo de un deseo, sin vacíos reales ni nuevos viejos recuerdos.

lunes, octubre 01, 2007


Hoy sentí vértigo al mirar mi alma reflejada en una piedra. Todo el conocimiento estaba ahí incluida mi alma, ese pedacito que no se pude ni llegar a considerar insignificante porque suena demasiado importante.

Hoy vi mares de lava, volcanes en erupción que con sólo su tronar ahuyentarían al caballero más valiente. Todo estaba ahí: guerra, desolación, amor, naturaleza, suerte, cielo y estrellas, agua y tierra. Nada había escapado a la colección de sentimientos que asolaban la escultura de piedra, inmóvil, persistente, impenetrable incluso para ella, envidiosa de aquellas esculturas de carne que podían moverse a su antojo, como si de algo normal se tratase. Y debajo decenas de ratas luchaban por derrumbar lo poco que quedaba de ella, royendo la piedra, restregándose contra ella agrietándola y llenándola de musgo marrón y seco.