viernes, abril 03, 2009

Tristeza


Aún no recuerdo cuándo fue la primera vez que perdí. Como un canto efímero, siempre se me ha dado la oportunidad de saborear lo bueno de la vida para después desaparecer sin más rastro que un sueño de resaca sombría.

No todo es malo, pero querría no tener que olvidar. Hoy apenas puedo contener unas lágrimas que salen desde lo más profundo de un sentimiento egocéntrico y asqueroso… repugnante. Hoy estaría bien un final en el que el asfalto quemase mi cara más allá del sol, sin temores, sin razones, con el aullido de una voz de fondo. Sería injusto, sería macabro, sería ilógico… no podría ser. Pero no hablo de lo que podría o no, sino de lo que debería. Aún me atan demasiadas cosas, demasiadas personas, demasiados momentos, demasiadas volteretas, demasiadas risas, demasiadas palabras… Palabras, sobran las palabras para dedicar todo un mundo.

Hoy soñé con un futuro incierto, en un tiempo pasado con personajes nuevos, y me dio miedo. Me dio miedo de conocer el final, de sentir aquello que vi y quiero olvidar y no puedo, aunque sea un sueño. Al igual que hice dormido, haría en realidad, ya sea con espada o sin ella, con el olor de los caballos o debajo de una encina mientras que los insectos suben por las piernas y la melancolía baja por los brazos hasta que cierro los puños y la atrapo.