En lugar de tormentas de verano, sólo oigo aullidos solitarios de algunos lobos en una colina cercana que se recorta en el horizonte a la luz de la luna. Atrás quedan las noches en que las despedidas iban seguidas de canturreos absurdos e improvisados que sonaban como la más bonita de las melodías… hoy sólo hay silencio y rasgueos de guitarra desacompasados y llenos de polvo.
Ayer vi un helado derritiéndose en el asfalto, como un charco que se desvanece en medio de la lluvia, y mis ojos estaban mirándome desde abajo con repugnancia. Humo del norte y vendavales del sur llenos de piratas farsantes en un remolino de hojas secas que se desquebrajan en cada puerta de madera embotada que encuentran en el camino.
La hierba ha muerto a la luz de las velas y un círculo de trompetas se funde en la vida de las palabras, todas enmohecidas en saliva que nunca se tragó y que ahora me ahoga con parsimonia.