viernes, agosto 29, 2008

En la proa del barco


Hoy, hace ya unos días, me he sentido un poco distinto a estos días, especial, una vuelta de tuerca más en el tornillo que estaba a punto de tirar hace no tanto tiempo y que ahora reluce como en los viejos tiempos, quizás más. Esta semana significa mucho para mí, unas vacaciones dentro de una monotonía inexistente, y nadie puede quitarme esta sonrisa que me acompaña día y noche. Ya no sólo he aprendido a ver los grises de la vida, sino que éstos dejan paso a colores de sonidos maravillosos que revolotean en mi ventana cada mañana. Ayer me lo volví a preguntar, mientras paseaba solitario junto a mi piedra, ésa que tantas lágrimas se ha tragado y tanto peso ha soportado… y ahora parecía ligera, como si una brisa pudiera levantarla sin problemas y llevarla hasta la tierra que hay más allá de la cueva de los piratas y la laguna de las sirenas.

Ahora más que nunca ardo en deseos de volar, más allá de la cúpula de cristal, llegar hasta los barrotes dorados y romperlos con unas simples palabras que nunca me atreví a decir y que ahora resuenan constantemente en el eco del bosque… seguro que los duendes las están cantando para mí. Todo es posible si se desea con la suficiente fuerza, eso es algo que, aunque comprendía, nunca llegué a entender, nunca hasta ahora, y eso me hace sentir más fuerte de lo que nunca creí poder serlo.

Mañana llegará el color de nuevo, y la tarde se teñirá de verde y azul en un baile de sombras que apaciguarán a los cuervos y gatos, los dragones y las brujas, los fantasmas y los lobos, que se pierden un poco más cada noche en el lago del olvido sin que nada puedan hacer para evitarlo.

viernes, agosto 08, 2008

Mensajes


Hoy recibí un mensaje que estremeció mi alma como hacía mucho, me encantó sentirme así de vivo, aunque sólo fuera un instante. Fue una de esas ocasiones en las que la emoción es tan fuerte que no deja salir a las lágrimas para que la alegría no sea confundida con la tristeza, y yo he tenido la suerte de volver a sentir eso.

Ayer recibí un mensaje que estremeció mi alma de nuevo. Sólo una palabra bastó para que mi mente la acompañara con muchas otras que ya se dijeron en su día y que aún siguen en el aire, como esperando que el viento se las lleve sin saber muy bien cómo ni cuándo lo hará. Y tampoco lloré. Me sentí tan sorprendido que no pude creer que esa fascinación fuera sólo una máscara para no ver la verdadera cara de la moneda.

Hace dos días leí un mensaje que debería haber sido escrito y borrado de mí hace mucho tiempo, pero ahí estaba, no sé si cierto o no, como tantas otras muchas veces. Esa noche no pude dormir, pensando en esas tan temidas palabras que siempre me han acompañado desde que tengo conocimiento y que, aún hoy, me sigue traicionando con cada oportunidad que se les presenta.

Con todo, quiero agradecer cada mensaje: al primero por lo evidente, porque siento exactamente lo mismo, y no me arrepiento de haber luchado por nosotros, tan sólo por no haberlo hecho lo suficiente para hacerlo mucho más fácil, cosa que es tan difícil cuando ando de por medio, como suele ocurrir. Han sido muchos años los que se me han regalado, y espero que también lo sean el resto. Pero no sólo eso, sino también por ser lo que soy gracias a ese cúmulo de experiencias que se me brindan cada día, todo por tantos y tantos momentos en los que las charlas o los silencios tenían y tienen el mismo valor. Gracias.

También agradezco todo lo que significa el segundo mensaje, un tiempo exquisito, aun con sinsabores, lleno de matices que sólo yo he tenido el gusto de paladear. Quizás no ha sido el tiempo más cabal a ojos ajenos, pero sin duda no lo cambiaría por nada en el mundo. Gracias por todo lo que he aprendido, incluso de mí mismo.

Y para terminar, aquel mensaje que nunca ha sido escrito pero tantas veces leído, desde dentro y fuera de mí, como un juego incesante de caballeros y princesas en los que los dragones se encuentran más en nuestro interior que fuera de nosotros. La templanza ante situaciones atípicas se debe por supuesto a este mensaje, lo que le da mucho más valor. En este caso, sé de sobra que este no será el último, incluso espero tristemente que así sea, pero me encanta cada vez que eso ocurre, aunque resulte absurdamente infantil reconocerlo. Y por ello, gracias.

Mañana llegarán más mensajes, más sonrisas, recuerdos, lamentos e ironías, pero hoy me siento un poco más grande dentro de mi cuerpo, algo no demasiado habitual en mi mundo, y he entendido que se me estaba olvidando que todavía existen personas que merecen la pena y otras que merece la pena conocer para entender aspectos que creíamos inertes en nosotros.