miércoles, octubre 03, 2007

Gotas azules y un vaso de agua junto a la cama


El agua me habló anoche. Me dijo que no siguiera huyendo de mis fantasmas, que no fuera mi propio fantasma. Dando una paliza a mi voluntad, palideció al comprobar que todas sus sospechas eran ciertas, que poco se podía hacer ya. Todo estaba hecho, nada llegó a servir de aliento. La locura había llegado para quedarse escondida entre ramas y sombras, esquinas húmedas bajo la Noche. Y el mar sigue subiendo su nivel, esperando desbordarse en una sacudida violenta donde sólo los peces sobrevivan. Y la voluntad se vuelve a estirar como una goma a punto de romperse, tanto que hasta todos cierran sus ojos sin saber realmente lo que ocurre en cada esquina, en cada mundo.

Una huida hacia arriba, tocar las nubes, abrazarlas y envidiar el no poder estar ahí, encima de la lluvia, dentro de ella, acariciando cada gota como un universo nuevo lleno de esperanzas para unos y pérdidas para otros. El humo se tiñe de añil a su paso por esas trazas que recuerdan vidas pasadas en las que todo era más fácil al amparo de un deseo, sin vacíos reales ni nuevos viejos recuerdos.