lunes, octubre 15, 2007

El charco (2ª Parte)


Un charco resbala en la acera, acariciando cada mota de polvo a su paso, engulléndolas, mimándolas, haciéndolas suyas. No pueden sino pensar que es el destino el que las puso ahí sólo para él, y que es el encargado divino de mecer a sus niñas en las mullidas almohadas de agua. Todo está sucio, en silencio… la quietud se quiebra con el pequeño remolino a las puertas de la boca de riego que noche tras noche grita su poder a las calles. Por la mañana sólo quedarán cadáveres, miradas inertes que deambulan bajo el sol mientras sus cuerpos se secan poco a poco, perdiendo la dignidad que horas atrás habían ostentado falsamente. El baile habrá acabado por entonces, la música se convertirá en murmullo sordo que se ahoga en pasos y pitidos de última hora. Nada es fortuito, el destino maneja los hilos como un maestro, dejando que las motas de polvo sigan esperando sus gotas en una acera próxima, como cada noche.