Hacia el final del laberinto

Buscando una mora encontré una morera. Tierna y dulce, salada y delicada. El fuego poco a poco se acercaba, acechando, cada día que pasaba, cada palabra era una alerta que se encendía para alejarme… y no lo hice. El incendio devoró todas las hojas, todas las ramas, todas las moras… la dulzura había vencido a la estupidez. Nada sería lo mismo, todo seguiría igual. Las ramas seguirían creciendo, los brotes creciendo con buenas palabras. Y sin embargo, el silencio se había adueñado de sus raíces.