
Una vez más me sorprendo despertando de la locura escuchando la canción que tiene más sentido que nunca: se clava poco a poco sin dejarme respirar; cada nota me ahoga un poco más, arrastrando mi cara contra el polvo. El viento reseca mis mejillas como si nunca se hubieran mojado. Todo mecánico, inerte, sin sentido, allá arriba es libre, movimiento. Y el pecho aprieta un poco más a cada segundo.