miércoles, febrero 13, 2008

El silencio

No hay sonidos, todo se ha parado, no hay rumores de agua ni motores gritando al oído. Parece como si el mundo estuviera detenido en un remolino de vacío del que fuera eterno escapar. Y no existen duendes fuera. Los gatos acechan cada presa, las panteras no dejan de mirar de reojo ni un segundo y una bandada de cuervos revolotea alrededor de una bola de espinas y ramas secas.

La sal reseca remarca una mejilla curtida por el sol de medianoche y un refresco que recuerda a un desierto. El viento sopla a través de mis ojos, inundando mi cuerpo de palabras varadas a la orilla del río. Un rayo recorre el cielo, tambaleándose, como si el hilo que sujeta su cuerpo estuviese a punto de partirse, resbalando chispas en un árbol vetusto y noble.

Esa noche fue ayer, y la niebla no se ha marchado aún, como si disfrutase ocultando la verdad a los ojos errantes.